SEAMOS MEJORES MAESTROS 8-14 DE SEPTIEMBRE

 

SEAMOS MEJORES MAESTROS 

8-14 DE SEPTIEMBRE




4. Empiece conversaciones

(4 mins.) DE CASA EN CASA. Empiece una conversación con La Atalaya número 1 del 2025 (lmd lección 1 punto 3  Sea flexible. En vez de empezar conversaciones con lo que le interesa a usted, mejor empiece con lo que le interesa a la otra persona. Así que abra su mente, cambie el chip y pregúntese: “¿Qué está saliendo en las noticias?”. “¿De qué hablan mis vecinos, mis compañeros de trabajo o mis compañeros de clase?”. ).

Publicador: Buenos días. He notado que en las noticias últimamente se habla mucho de guerras y conflictos en diferentes lugares del mundo. ¿Ha escuchado o visto algo sobre eso?

 

Amo de casa: Sí, parece que cada semana hay algo nuevo, y nunca termina.

 

Publicador: Exacto, y mucha gente siente lo mismo, como si las guerras fueran parte inevitable de la vida. Pero fíjese que la Biblia muestra algo muy distinto. Dios promete que pronto pondrá fin a todas las guerras. Por ejemplo, en Salmo 46:9 se dice: “Él pone fin a las guerras en toda la tierra; quiebra el arco y parte la lanza, quema los carros de guerra en el fuego”.

 

Amo de casa: Eso sería algo muy bueno, pero parece imposible.

 

Publicador: Entiendo su punto, porque los gobiernos han intentado lograr la paz, pero no lo consiguen. Sin embargo, aquí Jehová promete que Él mismo eliminará las causas de los conflictos. Y no solo acabará con la guerra, sino que también transformará la manera de pensar de las personas. Mire otra promesa, en Isaías 2:4: …

 

Amo de casa: Eso suena increíble, como un sueño.

 

Publicador: Sí, pero es un sueño que Dios garantiza que será una realidad. Y lo mejor es que no se trata de una simple ilusión, porque la Biblia explica cómo lo hará: eliminando las injusticias y enseñando a la humanidad a vivir en paz. Esta revista, La Atalaya, explica por qué podemos confiar en esa promesa y qué pasos está dando Dios para lograr un mundo sin guerras.

 

Amo de casa: Muy interesante.

 

Publicador: Se la quiero dejar para que la lea con calma. Y si le parece, la próxima vez podemos conversar sobre cómo esta promesa también nos da esperanza en nuestra vida personal y familiar.

 

5. Haga revisitas

(4 minutos.) PREDICACIÓN PÚBLICA. (lmd lección 9 punto 3. Escuche con atención. Deje que la persona hable y no la interrumpa. Si tiene alguna objeción o le expresa sus sentimientos y preocupaciones, no la ignore. Si le presta atención, la persona verá que a usted realmente le interesa lo que ella piensa. ).

Publicador: ¡Hola, qué gusto verle de nuevo! Veo que regresó, ¿hubo algo que le llamó la atención en los títulos de las publicaciones?

 

Persona: Sí, me interesó el que habla sobre un mundo sin guerras, pero la verdad es que yo no creo que eso sea posible.

 

Publicador: Entiendo lo que me dice, y tiene razón, con todo lo que vemos hoy parece muy difícil de creer. ¿Puedo preguntarle qué es lo que más le hace pensar que la paz total es imposible?

 

Persona: Pues, siempre ha habido guerras. Los humanos nunca han podido vivir en paz.

 

Publicador: Gracias por compartir eso. Es cierto, la historia nos muestra que el ser humano no ha podido lograrlo. Y justo eso es lo que explica la Biblia: la paz verdadera no vendrá por medio de gobiernos humanos, sino por medio de Dios. Fíjese en esta promesa de Salmo 46:9: …

 

Persona: Suena bonito, pero… no sé, yo soy más realista.

 

Publicador: Y me parece muy sincero de su parte. Es normal tener dudas. Lo interesante es que esta revista, La Atalaya, muestra con ejemplos prácticos por qué podemos confiar en que Dios sí lo logrará. Me encantaría dejársela para que la analice con calma. Luego, si quiere, podemos volver a conversar y me dice qué le pareció.

6. Explique sus creencias

(4 minutos.) Discurso. ijwbq artículo 102. Título: ¿Son pecado los juegos de azar? (th lección 7 RESUMEN: Utilice información confiable para ayudar a sus oyentes a llegar a la conclusión correcta.  ).

Introducción

Imagínese que va caminando por la calle y ve una billetera en el piso. La abre y encuentra dinero. ¿Qué haría? Seguramente muchos pensarían: “Lo correcto es devolverla, porque ese dinero no es mío”. Ahora bien, cuando alguien apuesta, en realidad está buscando quedarse con el dinero que pertenece a otros. ¿Qué opina Jehová de eso?

 

La respuesta que da la Biblia

Aunque la Biblia no menciona directamente los juegos de azar, sí nos da principios claros. En Efesios 5:17 leemos:  … ¿Cuál es entonces su voluntad?

 

Ilustración 1: La raíz del problema

Detrás del juego está la codicia. 1 Corintios 6:9, 10 advierte que los codiciosos no heredarán el Reino de Dios. Apostar es querer el dinero que otro pierde, algo contrario al mandamiento de Éxodo 20:17: “No codicies”.

Es como un árbol con raíces podridas: aunque el fruto parezca atractivo, siempre terminará dañino.

 

Ilustración 2: El peligro del dinero fácil

Muchos dicen: “Yo solo juego por diversión, no por dinero”. Pero la Biblia advierte en 1 Timoteo 6:9, 10 que el amor al dinero lleva a muchos a dolores y ruina. Es como una chispa: aunque parezca inofensiva, puede desatar un gran incendio. Un pequeño hábito de apostar puede convertirse en un vicio destructivo.

 

Otras razones bíblicas

 

El juego fomenta supersticiones y confianza en la suerte. Pero Isaías 65:11 muestra que Jehová rechaza esa forma de adoración.

 

La Biblia nos anima a trabajar y disfrutar de lo que ganamos con esfuerzo (Efesios 4:28; 2 Tesalonicenses 3:10, 12).

 

Además, despierta un espíritu competitivo, algo que Gálatas 5:26 condena.

 

Incluso, el único momento en que se menciona algo parecido al juego en la Biblia fue cuando los soldados romanos se repartieron la ropa de Jesús echando suertes (Mateo 27:35). ¿Cómo podría un cristiano imitar esa acción tan irrespetuosa?

 

Conclusión

Así que, aunque algunos digan que apostar es solo un entretenimiento, la Biblia deja claro que para Dios es un pecado porque fomenta la codicia, la superstición y el amor al dinero.

En vez de eso, Jehová nos invita a trabajar con dignidad y a disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo.

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