Busquemos perlas escondidas 22-28 de septiembre
Busquemos perlas escondidas
Ec 1:1. ¿Por qué la Biblia llama a Salomón “congregador”?
La Biblia llama a Salomón “congregador” porque desempeñaba el
papel de reunir y mantener unido al pueblo de Israel en fidelidad a Jehová.
Como gobernante, su responsabilidad principal era dirigir al pueblo para que
adorara al verdadero Dios y evitara hacer cosas vanas. En el libro de
Eclesiastés, Salomón actúa de manera similar: busca guiar a su pueblo para que
dedique su vida a lo que realmente vale y cumpla obras que sean agradables a
Jehová.
¿Qué perlas espirituales ha encontrado en la lectura bíblica
de esta semana?
Eclesiastés 1: 1-2 Salomón, a pesar de tener riquezas,
sabiduría y poder, llegó a la conclusión de que todo lo que se persigue “bajo
el sol” sin tomar en cuenta a Dios es vano, vacío y pasajero. Esto nos enseña
que las metas materiales, el placer y la fama nunca darán verdadera
satisfacción, porque tienen un límite y desaparecen con el tiempo. La única
manera de darle sentido duradero a nuestra vida es centrarla en Jehová, pues
solo lo que hacemos para Él permanece y trae una felicidad real.
Salomón resalta la brevedad y fragilidad de la vida humana
en comparación con la permanencia de la creación. Nos enseña que, si ponemos
nuestra confianza solo en el trabajo o en las rutinas de la vida, podemos
sentirnos atrapados en un ciclo sin sentido. Por eso necesitamos darle un
propósito más alto a nuestra vida, reconociendo que nuestro trabajo y esfuerzos
tienen verdadero valor solo cuando están al servicio de Jehová, ya que así
trascendemos lo pasajero y contribuimos a algo que nunca se acaba.
Eclesiastés 1:8-11 Salomón muestra que los sentidos humanos
nunca quedan plenamente satisfechos: los ojos siempre quieren ver más, y los
oídos siempre quieren escuchar algo nuevo. Aunque parezca que hay cosas
novedosas, en realidad la historia se repite y lo que hoy se considera importante
pronto se olvida. Esto revela lo limitado de la búsqueda de satisfacción en lo
material o en lo novedoso, porque nada de eso llena realmente el corazón ni
permanece para siempre. La lección es clara: el afán por acumular experiencias,
bienes o conocimientos sin Dios es como perseguir el viento. Solo Jehová puede
dar verdadera satisfacción, pues lo que Él promete tiene permanencia y valor
eterno.
Eclesiastés 1:12-15: Salomón explica que se dedicó a
investigar con toda su sabiduría lo que ocurre “bajo el sol”, es decir, la vida
desde una perspectiva puramente humana. Concluyó que muchos de los esfuerzos y
preocupaciones de las personas eran como “correr tras el viento”: actividades
agotadoras pero sin resultados duraderos. Reconoció que hay problemas en el
mundo que son como cosas torcidas que no se pueden enderezar y carencias que no
se pueden llenar únicamente con la inteligencia humana. Esto nos enseña que,
aunque la sabiduría y el conocimiento son valiosos, no bastan para encontrar
sentido verdadero a la vida ni para resolver la injusticia y el sufrimiento.
Solo Jehová, con su guía y sus promesas, puede dar soluciones reales y
duraderas.
Eclesiastés 1:16-18: Salomón reflexiona que se había
dedicado más que nadie a adquirir sabiduría y conocimiento, pero descubrió que
eso no lo llevó a la plena satisfacción La lección es clara: el conocimiento
sin la guía de Jehová puede convertirse en una carga que genera más
preocupación que alivio. En cambio, el conocimiento de Dios nos da paz y
esperanza, porque nos permite comprender no solo por qué existe el sufrimiento,
sino también cuál es la solución que Él ofrece y cómo alcanzaremos un futuro
mejor bajo su Reino.
Eclesiastés 2:1-3: Estas experiencias que se mencionan en el texto demostraron que
la diversión y el entretenimiento pueden proporcionar alivio temporal, pero no
resuelven las preguntas más profundas del corazón ni el vacío espiritual que
solo Jehová puede llenar. La lección para nosotros es que no debemos dejar que
la búsqueda de placer se convierta en el objetivo de nuestra vida. Más bien,
debemos disfrutar equilibradamente de las cosas buenas, pero siempre con la
conciencia de que la verdadera felicidad proviene de tener a Jehová en el
centro de nuestras decisiones y actividades.
Eclesiastés 2:4-8: Salomón relata cómo, además de buscar
placer, se dedicó a acumular logros y riquezas: Todo esto podría parecer a los
ojos humanos la fórmula perfecta para la felicidad, pero incluso con tanto
poder y recursos, Salomón descubrió que ninguna de estas cosas daba
satisfacción duradera. Los logros materiales, por más impresionantes que sean,
no pueden evitar el envejecimiento, la enfermedad ni la muerte. Esta realidad
nos enseña que poner nuestra confianza en el dinero, en las posesiones o en nuestras
obras humanas es insuficiente; todo se queda atrás cuando morimos. La verdadera
felicidad no proviene de lo que tenemos o hacemos por nosotros mismos, sino de
nuestra relación con Jehová y de vivir conforme a su voluntad, que da sentido y
valor eterno a la vida.